Conocí al periodista Rafael Nuñez, alto funcionario del actual gobierno, cuando ejercía labores de reportero en El Nacional, en una lucha por establecer la inocencia de un amigo injustamente acusado de un asesinato cometido en lo que hoy es Santo Domingo Este.
Durante días lo ví asumir con dignidad y coraje hasta riesgos personales, y paso a paso buscar no solamente la noticia, sino la verdad de un hecho doloroso en donde estaban involucrados familiares del joven muerto y el acusado, descargado posteriormente de haber cometido el crimen.A partir de ahí hemos sido amigos, lo considero trabajador, leal, consecuente y muy humano, enamorado de las causas que emprende, visionario y falto de malicia y mezquinos intereses, algo que abunda mucho en nuestro país en todas las áreas, entregado con pasión y determinación a servirle al país, a su partido y su lider que es el dominicano que ocupa la Primera Magistratura del Estado.
El poder, los adulones, y toda esa variada gama que uno debe tratar y hasta rechazar cuando se está como Nuñez en el poder y en la cercania del Príncipe, pueden dañar a cualquiera, le pueden obnubilar y no dejarle entender que el poder es una sombra, y que la vida sigue más allá de la presente coyuntura política, que hoy es uno y luego necesariamente será otro, pero yo puedo afirmar en la distancia, porque nada tengo que agradecer a Rafael Nuñez en lo personal más que su amistad, ni nada he recibido de la posición que ocupa,que eso en este joven y valioso comunicador está divorciado de su forma de ser y de actuar.
No es monedita de oro para gustarle a todo el mundo, muchos aspiran a su posición, otros defienden sus intereses politico-partidista, algo a lo que tienen derecho, pero de ahí a querer colocar los cañones para donde mi amigo Nuñez existe un gran trecho, por eso desde aquí lo saludo, como siempre, con la satisfacción de saber que hace su trabajo y que no lo ha dañado el poder.
Autor: Germán Martínez elnuevodiario
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