miércoles, 24 de febrero de 2016

El Clientelismo Político y la Dinámica Temporal de las Actividades Económicas



En la República Dominicana el clientelismo político, en las últimas décadas, se ha convertido en una práctica cotidiana y normal.

Impulsada por las clases oficiales que estén de turno. Este anómalo mecanismo desvirtúa la misión de los servicios y contribuye al menoscabo  del interés público del  por que han sido creadas las instituciones, vulnerando los aspectos técnicos de gestión, y convirtiéndose en depósitos clientelares.  

En este mecanismo se plantean relaciones informales de intercambio reciproco de favores y mutuamente beneficios entre dos sujetos en la cual existe la diferencia de poder y control de recursos. Existe un patrón y un cliente. El patrón proporciona bienes materiales, protección y acceso a recursos diversos y, el cliente ofrece en cambio servicios personales, lealtad y apoyo político o votos.

En la dinámica social el clientelismo tiene facetas diferentes, pero el clientelismo político adquiere relevancia por sus implicaciones en la dinámica económica de la sociedad y sus instituciones. Es una práctica oculta e informal que no está regulada legalmente, en la cual, el objeto del intercambio son los recursos públicos o del estado. Tiene una contribución relativa baja al empleo y presenta economías de aglomeración urbana media a media-baja. Alterando el proceso cíclico/natural de toda economía. Tan solo con el anunciado desembolso de los RD$1,6 MM., para el financiamiento de las campañas promocionales de los partidos políticos, las expectativas de ventas en las ferreterías, publicitarias, empresas textiles, etc., sin lugar a dudas dinamizará toda la estructura económica nacional, y la naturaleza de los procesos positivamente en sus diferentes sectores relacionados con la actividad económica de consumo,  producción y ventas.

En realidad, el espacio económico es todo menos homogéneo, y no todos los consumidores piensan y se comportan de la misma manera, y cambian en el tiempo lo que complica mucho el análisis geográfico de los fenómenos económicos, cuando está dinamizada de manera transitoria producto de una inyección de capital motivada por la obtención de los votos para la asunción a una posición política  pública, como es el caso que nos ocupa de un año electoral. Y para complicar las cosas los sistemas económicos que se desarrollan en las diferentes regiones no están aislados unos de otros, sino que se interfieren. De cómo, por qué, dónde y cuándo sucede esto, así lo conoce la geografía económica.

Desde el principio de su existencia el hombre ha buscado satisfacer sus necesidades básicas: reproducción, alimentación, vestido y casa, aprovechando los recursos que el medio les proporciona. Y aprovechar el desborde de los recursos de los partidos políticos, en plena época de campaña proselitista no es la excepción.  El comercio es la actividad que más ha influido en el modo de vida de los grupos humanos, pues ya no producen para satisfacer únicamente sus necesidades, sino que lo hacen también con el fin de intercambiar sus productos y servicios con los de otros grupos dedicados a distintas actividades. Estos cambios en la forma de vida se aceleran con el desarrollo de las actividades industriales, comerciales y medios de transporte y la comunicación, conformando las actuales formas económicas de la sociedad moderna.

Para comprender la revolución tecnológica del siglo XX, que determinó una creciente automatización, la aplicación de tecnologías adecuadas, disponibilidad de capitales, existencia de mano de obra calificada, estabilidad de los gobiernos y políticas administrativas estimulantes. Se debe tener en cuenta la organización económica del mundo, dividido en grandes bloques económicos que tienen una influencia muy significativa en sus respectivas áreas. Todos estos hechos nos obligan a estudiar y analizar la Geografía Económica, a partir de la localización, causalidad y relación de los fenómenos económicos, por lo que su importancia es más que evidente.

En el clientelismo los bienes públicos no se administran según la lógica imparcial de la ley, sino que bajo una apariencia legal se utilizan discrecionalmente por los detentadores del poder político; normalmente se corresponde con figuras sancionadas jurídicamente como prevaricación o corrupción. Sin embargo, existen pocos estímulos para que los copartícipes busquen acabar con el sistema clientelar, puesto que éste se halla institucionalizado en el sentido sociológico del término como patrón regular de interacciones, conocido, practicado y aceptado, no necesariamente aprobado por los titiriteros.

La relación de los clientes no se apoya solo en su interés por los favores que pueden recibir a cambio de su adhesión a las acciones clientelares, sino que está basada en la concepción que estos se forman a partir de su experiencia del funcionamiento del poder, y en las expectativas que así desarrollan. El elemento material y puntual de intercambio del clientelismo tiene así un efecto persistente sobre las expectativas sociales, políticas y económicas de los participantes; sino el conjunto de creencias, presunciones, estilos, habilidades, repertorios y hábitos que la experiencia repetida, directa e indirecta de estas relaciones provoca en los clientes. Más no así para los beneficios de la colectividad o mayoría.


Estos factores consolidan la relación, y disimulan el carácter de la transacción de transitoriedad; al igual que el don de las sociedades prehistóricas, en el cual la separación en el tiempo de los regalos recíprocos disimula el hecho de que se trata de una forma de intercambio de equivalentes, en el clientelismo la irregularidad y falta de equilibrio de los tributos sangra su carácter económico, la relación clientelar se confunde con las afinidades personales dadas por la pertenencia común en grupos sociales de todos las doctrina, familiares, etc. Los factores subjetivos se vinculan más estrechamente a patrones/mediadores con sus clientes, y se transforman en indispensables para que la relación clientelar no se quede en un simple hecho mercantil.

Sin embargo, en Rep. Dom., las relaciones entre las esferas políticas y económicas. Son conexas, según modelos que se apartan bastante de los registrados en otros países de la región. Hay que citar que a partir de la década de los 90 comenzaron a generarse nuevas dinámicas. Los riesgos de captura del Estado por parte de intereses privados a través de un creciente sector económico intermedio, y el clientelismo, que para esta época los incentiva en busca de los votos necesarios para las elecciones, cuyo peso parece ser cada vez más enigmático. Esta situación invita a la conclusión de alerta sobre el riesgo de que se supriman las fronteras entre lo público y lo privado y, por ende, entre política y economía.


Al principio de los años 90, tanto en el sistema político como en el económico, se suscitaron nuevas dinámicas que parecen apuntar en una dirección distinta. Estas nuevas tendencias nos obligan a revisar la perspectiva sobre la relación entre política y economía y centrarnos en las dificultades que la Rep. Dom., comparte hoy con la mayoría de los países de América Latina. En este orden de ideas, los peligros de captura del Estado por intereses privados a través del desarrollo de un creciente sector económico intermedio, manejado por el sector privado, pero estrechamente dependiente de decisiones políticas; y, por otra, el clientelismo, cuyo peso parece cada vez más brumoso.

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