"Eso e' histórico" dijo emocionado. "Nunca antes", pudo haber dicho Benigno Rojas, productor arrocero de la provincia María Trinidad Sánchez (Nagua).
Con 32 equipos pesados, el gobierno del presidente Danilo Medina ha dragado ríos y acondicionando canales parcelarios. 110 millones de pesos invertidos. 4,500 pequeños productores agropecuarios beneficiados. Obras que nunca se habían hecho, "ni nunca se habían visto" en la zona de influencia de los ríos Nagua, Helechal y Baquí.
El dragado ha consistido en extraer los sedimentos que se acumularon por años; darle profundidad y ancho a los ríos para que el agua fluya por su cauce natural hacia el mar, y no se desborde, y no inunde, las fértiles y productivas tierras arroceras. Los ríos habían perdido el 90 por ciento de su capacidad de conducción.
Una verdad para compartir: Con insoportable frecuencia los seres humanos no cuidamos a las cosas que son útiles, olvidamos que cuidarlas permite conservarlas. Que prolonga su vida útil. Luego lo lamentamos. Porque no cuidar canales, ríos, calles, avenidas no es ahorro, sino gasto futuro y pérdidas en el camino. Pagamos un alto precio por no dar mantenimiento a las cosas, obras y relaciones.
Para el gobierno y para Danilo Medina estas intervenciones solidarias en el campo dominicano, resultado de sus visitas dominicales sorpresa, son tan importantes como el financiamiento a las asociaciones y las cooperativas. Salvan, recuperan inversiones. Son aportes a la prosperidad de los negocios y familias rurales. Pero también lo son las intervenciones de renovación urbana como el encajonamiento de la Cañada Bonavide o el encauzamiento dispuesto ayer en la cañada de Los Platanitos en Haina. Salvan vidas, crean un entorno habitacional digno.
Ahora, "ya uno está seguro, porque uno sabe que el río no se va a desbordar. Uno va a poder dormir tranquilo", cuenta confiado Félix Bonilla, ganadero y agricultor.
La situación que vivían los agricultores antes de la intervención del gobierno era terrible: cultivar era un riesgo de perder dinero. "Un agua de dos horas", recuerda Juan Acosta, hacía perder la siembra por inundación.
Félix Bonilla no olvida, por lo reciente, lo que fue aquella pesadilla: "Tenía uno que levantarse a medianoche para subir las vacas para lo alto, lejos, para allá arriba, si no, cuando uno venía a ver, amanecían allá, en la mar".
Ya no hay miedo ni al agua lluvia, ni al río. "Eso e' histórico".
Cuando cuidamos ríos y canales y los dragamos cuando es preciso, estamos protegiendo los cultivos. Cambiamos el miedo de los parceleros por alegría. Llevamos prosperidad a las familias agricultoras.
En dos minutos y nueve segundos de video te contamos cómo cambió la vida de los productores arroceros de Nagua, Helechal y Baquí. Su historia. Su alegría.
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