viernes, 26 de julio de 2013

En términos económicos, el docente universitario dominicano está marginado.

En términos económicos, el docente universitario dominicano está marginado. Por eso pocos se dedican por completo a la enseñanza y, quienes lo hacen, deben asumir una carga académica tan alta que termina atentando contra la calidad de la formación superior. Ver PDF
profesor Tomas Beriguete Beriguete - 02
Hallazgos muy singulares, como el hecho de que el conductor de un carro de concho resulte ser profesor universitario en ejercicio, tienen lugar de vez en cuando. Un caso extremo, quizás, pero resultado de una situación que lejos de ser excepción, conforma una regla: en República Dominicana los docentes universitarios tienen que desarrollar actividades que no necesariamente están vinculadas a la docencia, y que con frecuencia tienen la mayor ponderación en el estado de sus ingresos.
¿La razón? Puede estar relacionada con decisiones de desarrollo profesional, pero en general, la honrosa tarea de enseñar en las “altas casas de estudios” no implica ingresos suficientes para que un profesional viva dignamente, a veces ni siquiera para que pueda satisfacer los requerimientos de “buena presencia” asociados a su investidura de docente.
En la mayoría de las universidades la remuneración es bajísima. Por ejemplo, en la Universidad Dominicana Organización y Método (O&M) un profesor de grado con maestría tendría que asumir una carga de docencia de 6.7 horas al día, de lunes a sábado, para alcanzar un salario de sólo RD$40,000 al mes.
En total, agotaría 175 horas de docencia al mes y más de 40 a la semana, sin contar el tiempo dedicado a la programación de las clases, las evaluaciones y la propia formación del docente, que debe mantenerse actualizado en la materia que enseña.
Pero aunque el profesor estuviera dispuesto a asumir el compromiso, tal carga académica supera el límite recomendado por el Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología (Mescyt). El organismo considera que un modelo en el que el profesor agota 40 horas de clases a la semana “dificulta la investigación, las publicaciones y las asesorías a los estudiantes”, y en consecuencia, atenta contra la calidad en la educación superior.
Para ilustrar la situación, el profesor Fabio Abreu, un doctor en liderazgo y gerencia educacional que lleva más de dos décadas en la educación superior dominicana, los compara con los profesionales de la medicina: “En casi todas las universidades privadas pagan la hora a RD$350, un pago muy reducido, aunque varía un poco si el profesor tiene título de maestría o doctoral. Compáralo con el médico, que tiene una preparación similar y cobra más por una consulta de 15 minutos (unos RD$2,000 en las clínicas privadas)”.
En este escenario, el profesor se ve compelido a asumir responsabilidad administrativa o de gestión en las propias universidades en que enseña o en cualquier tipo de empresa privada o pública. Esto es en los mejores casos. En otros, opta por una carga académica excesiva (más de 40 horas a la semana) en distintas universidades, que si bien le permite registrar ingresos suficientes a fin de mes, termina mitigando la calidad de su labor y reduce o anula su tiempo de lectura y preparación para consolidar su formación.
Estos factores marginan el oficio de enseñar en el nivel superior y lo convierten en una actividad difícil de adoptar a tiempo completo, a veces considerada como generadora de “ingresos extras” que apenas permiten desahogar un poco sus cuentas.
El profesor Pedro Ortega, que imparte clases de metodología científica y economía política, estima que esa situación incide con fuerza en las limitaciones que tiene República Dominicana a la hora de producir y difundir el conocimiento: “Los profesores deberían sentirse parte de un sistema que estimule la producción intelectual, principalmente ligada a su labor docente, y eso es algo que en nuestro sistema académico ocurre muy eventualmente, en casos muy particulares”.
Un mercado de trabajo insano. Las universidades tienen un sistema de categorización basado en los méritos y avances en la carrera académica que, además de ser un estímulo para el desarrollo profesional, constituye una de las pocas oportunidades de mejora salarial en la actividad docente.
En el salario esto es determinante. En la estatal Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), por ejemplo, un profesor situado en la categoría más alta percibe un salario que supera en un 150% al del docente ubicado en la categoría más baja. Sin embargo, algunos profesores se quejan de la falta de institucionalidad con que operan las universidades al momento de aplicar su propia categorización.
El profesor Orlando Muñoz, de la cátedra de literatura de la UASD, explica que en la práctica el sistema de ascensos no funciona correctamente, porque está en gran medida politizado y corrompido:
“Las evaluaciones se hacen cada dos años. Si apruebas, el ascenso debe ser automático porque el reglamento lo plantea así, pero la Universidad alega que no puede cumplir por falta de presupuesto. Entonces, si hay una lista de cien candidatos que aprueban, es decir, que van a pasar de una categoría a otra, ocurre que si no tienes un padrino que mueva tu expediente, el expediente se queda engavetado, porque ellos solo van a ascender a diez”, explica.
Esta dificultad no es exclusiva de la universidad pública. El profesor Fabio Abreu hace referencia a que también en los centros privados “los ascensos obedecen a criterios de interés o de grupo” y no a los aportes académicos, como la publicación de libros o los trabajos de investigación que ha hecho el docente.
Esto, además, crea una distorsión en el mercado de trabajo, porque oficialmente se reconoce la necesidad de más doctores en las universidades, pero en realidad, esa carencia no necesariamente garantiza una mejor remuneración para quienes tienen ese nivel académico, que conforman menos del 2% del cuerpo docente universitario en el país.

Los países que mejor pagan

Un estudio publicado en 2012 por Philip Atbach y otros colaboradores, del Centro de Educación Superior del Boston College, comparó los salarios de los profesores de universidades públicas de 28 países de distintos continentes.  Los resultados señalan que, en términos de poder adquisitivo, los profesores de nuevo ingreso con más ventajas son los de Canadá (US$9,485 al mes), Italia (US$9,118), Sudáfrica (US$9,330), La India (US$7,433) y Estados Unidos (US$7,358).
En cambio, los docentes de Etiopía (US$864), Armenia (US$405) y China (US$259) son los que tienen peor capacidad de compra en sus respectivos países. De América Latina solo se incluyeron cuatro países. De éstos, el que mejor remunera a sus docentes es Argentina. Le siguen, en este orden, Brasil, Colombia y México.