Por Ramón Perdomo
ramonperdomo83@hotmail.com
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Me gustaría creer que los que levantan a rajatablas hoy la bandera de la no impunidad son sinceros y tienen el interés de que así sea, sin embargo, algunos de ellos me hacen caer en el descreimiento, porque de una u otra manera han estado ligado a la impunidad en tiempos no muy lejanos; tales son los casos de algunos periodistas, miembros de la denominada sociedad civil, y dirigentes o militantes de algunos de los partidos tradicionales o creados en los últimos tiempos.
La impunidad, es uno de los vicios en una sociedad que corroe los cimientos morales colectivos, y va ligada estrechamente a la falta de institucionalidad, a la ausencia en la fortaleza de las instituciones civiles creadas por un conglomerado. Y para nadie es un secreto que en 1978 a raíz de la derrota del Partido Reformista y su mentor Joaquín Balaguer, la primera frase que surgió de los noveles funcionarios y el presidente de turno fue: “Borrón y cuenta nueva”.
Había entonces que borrar todo el pasado, con él: El asesinato de Otto Morales y sus criminales, la desaparición de Guido Gil Díaz, el vil ametrallamiento de Amín Abel, la muerte en Bélgica de Maximiliano Gómez (El Moreno) y su acompañante Mirian Pinedo, el cobarde acribillamiento en las calles de la Zona Colonial de Ramón Emilio Mejia del Castillo (Comandante Pichirilo), la muerte de Chapó Figueroa, la desaparición de Henry Segarra. Otras desapariciones y crimines más había que pasarle el borrador de la historia y hacer impune a los que enviaron a cometer los hechos de sangre y a sus ejecutores.
Pero ahí no quedaba el borrón, era necesario incluir también los actos de corrupción: Apropiación de tierras del estado (del CEA principalmente, por parte de militares y allegados del gobierno de turno), abultamiento de presupuestos de construcciones públicas, abultamiento de nóminas en empresas del estado (que dieron origen a las denominadas botellas, continuadas por todos los gobiernos sucesivos hasta hoy) y otros actos más que debieron ser cobrados por la sociedad como fueron las deportaciones y torturas quedando iguales en las calles torturados y torturadores.
Al pasar los años, otros fueron entonces los que se beneficiaron del “Borrón y cuenta nueva” (impunidad), porque nunca se vio en los tribunales a los que en abril de 1984 ordenaron asesinar con las balas de los policías del gobierno de turno a centenares de jóvenes que salieron a protestar a las calles, por las nuevas alzas en los artículos de primera necesidad, de este último hecho de sangre solo han pasado 30 años. Porque al parecer las armas de fuego, salieron solas de las armerías, se dirigieron a los barrios pobres de la capital y mataron a mansalva a los jóvenes revoltosos “azuzados por los reformistas de la oposición y algunos agitadores públicos”. Hoy, algunos incluso que fueron funcionarios de ese gobierno, levantan la bandera con su pecho erguido y gritan “no impunidad”.
¿Acaso son impolutos, aquellos que permitieron ingresar a las FFAA dominicanas, a un individuo que ha resultado ser un convicto y confeso, que después de cumplir condenas en EUA, llega al país y anda por las calles sin saberse que está haciendo en estos momentos? ¿Estará viviendo de alguna profesión académica que aprendió en las cárceles de EUA?
Hoy, los que deben ser juzgado debidamente en los tribunales, como si en verdad fuéramos una sociedad organizada, están usando el mismo disfrute de la impunidad que usaron otros con otros métodos y en otros tiempos. Es por ello mi descreimiento a sabiendas de que unos y otros son responsables de la desgracia que nos toca de esta falta de institucionalidad, de esta impunidad, de esta obsolescencia discursiva moralista, en donde tanto unos como otros han sido los responsables de este desorden que vive nuestro país. Estos villanos de hoy copiaron de los villanos de ayer, con la única diferencia que han mejorado (para su beneficio) los métodos de lograr la impunidad.
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